Mediados de noviembre y lo mismo que en el huerto los arboles
se quedan sin hojas, los días de viaje de este 2021 están llegando a su final (digo
están porque siempre hay que dejar una venta abierta).
Este año todo empezó en el mes de mayo en Cuenca, después de
muchos meses de encierro, junto con mi Lucita y mis amigos de siempre (alguno
pensara que soy posesivo: pues si soy poses
ivo con los que quiero y a los que
quiero, que le vamos a hacer).  La Ciudad
Encantada me encantó y Cuenca bien se ganó ese fin de semana, incluida la frase
muchas veces oída “¿pero ya nos vamos al hotel?”: Flaca, si nos llevas muertos…
s, hemos reído, nuestras glándulas gustativas y salivares han disfrutado y mi cuerpo serrano engordó 2 kilos en 8 días, que agradecido es el jodido.
Barcelona cumplió con creces las expectativas y la opinión
que teníamos de ella con holgura, se merece otro viaje y lo tendrá para ella
sola. Enumerar o explicar lo que me gustó de esta ciudad me llevaría a un
manifiesto de siete u ocho folios, desde la entrada del parking del hotel hasta
la rampa de salida, pasando por sus catedrales, sus calles, sus gentes, sus
restaurantes y bares o el personal del hotel, todo de sobresaliente.
Benasque y Ainsa fueron el colofón de este viaje, sus
montañas, su tranquilidad y como no, el trato recibido, sin olvidar el Spa del
hotel. Este viaje empezamos con un sobresaliente para Barcelona, para Gerona y
Huesca no perdió una decima del sobresaliente.
Hubo más por Granada, pero eso, para otro día.
Y si lo estas leyendo, te deseo salud y anarquía, y si no también o tamién que decimos los de Orera y alguno más


