lunes, 3 de junio de 2019

RONHE-ALPES



A veces llega un momento en que te haces viejo de repente, (primeras palabras de la Senda del Tiempo de Celtas Cortos). El tiempo efectivamente pasa muy rápido y por eso lo tengo que vivir  con la intensidad de un viejo pero con la tranquilidad de cuando tenía 15 años, pues como decía Jethor Tull “soy demasiado viejo para bailar un rock and roll y demasiado joven para morir”… ¡Y una mierda! Me siento joven para bailar un rock and roll y los dioses o mi cabeza me dicen que viviré  43 años más (sí, habéis leído bien, 43 años). Para que esto suceda, cuento con todos los que me queréis.
Bien, dejando la parte sensiblera que me asalta, hoy quiero continuar con la tercera parte de mis vacaciones.
Durante los meses de invierno preparé las vacaciones de primavera. Una vez consensuado con mis amigos y con mi dueña, decidimos ir este año a Lyon (Francia).  A mediados de Enero compramos los billetes de vuelo en Iberia Express, un vuelo directo Madrid-Lyon (es conveniente sacar los pasajes con antelación, te ahorras unas perras).  Este año (y por expresa petición de mi amiga María Ángeles) busqué un hotel más económico que en otros viajes y la verdad es que fue un acierto. Se trataba del  hotel Saint Vicent; un inconveniente era que para subir a la recepción había dos peldaños de escalera a pie de calle y no tenía ascensor; como ventajas, una cama de casi dos metros de ancha, ropa muy limpia de algodón y un baño extraordinario, y a 3 minutos andando del centro de la ciudad. El desayuno para mis acompañantes fue bueno, para mí, que no me gustan los dulces, no tan bueno.  Este año y sin que sirva de precedente la habitación fantástica fue para Mari Toñi y Tomas.
Días antes de empezar el viaje contratamos a través de la Mutua un coche de alquiler para poder desplazarnos a nuestro antojo por esa zona Ronhe-Alpes, en Alta Saboya; es más barato y cómodo hacerlo desde casa.  Igualmente, dos días antes, contratamos un servicio particular de transporte desde el aeropuerto al hotel y vuelta del hotel al aeropuerto, un conductor joven vestido de negro con un pedazo furgoneta Ford Custom (siempre he querido tener una furgoneta, con un buen colchón).
El idioma no es un problema para nosotros: mientras haya buena voluntad por las dos partes y el traductor de Google funcione, solucionado; si volvemos a Francia mandaremos a Tomas dos meses a una academia para que refresque su francés; yo por mi parte todos los días le digo a Luci que aprenda inglés, pero no hay manera.
Para el próximo viaje reparto de funciones: María no encuentra nunca la hora de volver al hotel, pero domina el alemán; Raúl con su plano en la mano indicando calles, se defiende en inglés. Los echamos de menos a ambos en este viaje. Tomás tiene que aprender francés, Mari Toñi indica los lugares para hacer las fotos, Lucita tiene que aprender inglés  y yo de tour operador.
Otro día seguiré contando este viaje; si te ha gustado lo que has leído no te pierdas la segunda parte, y si no te ha gustado, despeja tu mente, vuélvelo a leer y métete en situación.

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