Era una
mañana un tanto fría (si hablamos de la temperatura exterior); en la cocina, que
es donde se desarrolla la historia, no se estaba mal y tengo que reconocer que
llevo unos meses que a las 7 ya amanece para mi cuerpo serrano, pero a lo que
estamos. 
              Esa
mañana, obedeciendo las ordenes de mi dueña y señora, me puse a retirar los
enseres del lavavajillas y colocarlos según marcan las reglas en sus distintos
compartimentos. Para no hacer ruido lo fui haciendo muy despacio pero en esto,
un plato se tiró al suelo; seguramente pensaba “me tiro y salgo corriendo, este
no me cogerá, tiene cara de empanado” pero lo que no pensó el faltón, era que
le podía ocurrir lo que le ocurrió. Se hizo en dos pedazos, en dos palabras,
perdió la vida. Ante semejante estruendo escuché una voz que me preguntaba:
 -¿Qué has hecho?
- Ha muerto un plato- le contesté.
- Recógelo y bárrelo- entendí yo. Y este fue el resultado.
Cuando la dueña lo vio… ¡dios, la que me lio!
- ¿Pero no te he dicho “recógelo y bárrelo”?
- Mujer, confusiones tontas las tiene cualquiera, he
entendido “arréglalo” y mira le he puesto tiritas hasta por el otro lado.
Esperando que la perdida de un plato no termine en el Corte Ingles comprando una vajilla nueva, me despido y además de desearos Salud y Anarquía, también queiero desearos Feliz 2025 y, por favor, prestad atención a esos platos escurridizos y excursionistas
Postdata espero no se salga la sopa,

 
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