 Hace ya unos pocos de años (esta expresión siempre me ha
gustado, por muchas razones…bueno a lo que voy) decidimos irnos de vacaciones a
Benasque don Pedro, su hermano José Luis, Cesar, Luci y éste que lo cuenta.
Hace ya unos pocos de años (esta expresión siempre me ha
gustado, por muchas razones…bueno a lo que voy) decidimos irnos de vacaciones a
Benasque don Pedro, su hermano José Luis, Cesar, Luci y éste que lo cuenta.
Una vez preparado el viaje, realizamos una parada en Orera
para ver a mis padres y a los de Luci. Mi padre, después de contarnos sus
peripecias por aquellas tierras de Huesca nos regaló un jamón y un garrafón de
20 litros de vino.
 Por aquellos años nos gustaba, a Don Pedro y a un servidor,
ir de pesca, así que uno de esos días nos dirigimos a la tienda donde vendían
los permisos para pescar en el rio, puesto que estaba acotado y no se podía
practicar la misma sin permiso (permiso que creo recordar nos costó 2500 pesetas
a cada uno) además de tener que contar con la licencia por aquellos tiempos
nacional; al día siguiente las fuimos a utilizar en una poza, creo que le
llamaban San Lorenzo, y sacamos dos truchas no más grandes que una boga
mediana. Estábamos pescando aguas arriba de la poza y se nos acercó el guarda
del rio a pedirnos las licencias y permisos, permisos que él mismo nos había
vendido; eso no fue lo peor, lo peor fue cuando nos dijo que las truchas buenas
estaban en la zona libre (aguas abajo de la acampada hay un pantano y allí es
donde estaban las truchas) imaginaros la cara que se nos quedó.
Por aquellos años nos gustaba, a Don Pedro y a un servidor,
ir de pesca, así que uno de esos días nos dirigimos a la tienda donde vendían
los permisos para pescar en el rio, puesto que estaba acotado y no se podía
practicar la misma sin permiso (permiso que creo recordar nos costó 2500 pesetas
a cada uno) además de tener que contar con la licencia por aquellos tiempos
nacional; al día siguiente las fuimos a utilizar en una poza, creo que le
llamaban San Lorenzo, y sacamos dos truchas no más grandes que una boga
mediana. Estábamos pescando aguas arriba de la poza y se nos acercó el guarda
del rio a pedirnos las licencias y permisos, permisos que él mismo nos había
vendido; eso no fue lo peor, lo peor fue cuando nos dijo que las truchas buenas
estaban en la zona libre (aguas abajo de la acampada hay un pantano y allí es
donde estaban las truchas) imaginaros la cara que se nos quedó. Tanto José Luis como mi buen amigo Pedro se habían comprado
botas nuevas para hacerse una escalada. El día anterior  los cuatro escaladores se hicieron una
excursión , yo no fui  porque era el
cocinero, bueno y porque a mí eso de andar por andurriales no me gusta mucho;
recuerdo que José Luis bajo con los pies destrozados, pero César y Pedro se
fueron a una tienda de deportes para unirse, previo pago, a una de las muchas
cordadas que salían para subir al Aneto; de allí salieron los dos intrépidos
escaladores con sus crampones, piolet, guantes gafas ultimo modelo (como no
podía ser de otra manera)  y las ganas de
tomarse con nosotros unos cubalibres en una de las plazas del pueblo. Al día
siguiente Pedro y Cesar se unieron a la cordada contratada para hacer su
excursión por aquellos montes nevados, nosotros les estábamos esperando en el
campamento hasta que vimos al empleado del ayuntamiento  y nos fuimos a dar una vuelta para no
entorpecerle su trabajo, porque considerados, fuimos muy considerados y no
íbamos a entorpecer a un  trabajador.
Pasado el rato volvimos para preparar la comida. Ya por la tarde tomándonos
unos cubatas en la plaza del día anterior, Pedro que había hecho la caminata
con pantalón corto y tenía las piernas rojas como un pimiento morrón, se acercó
a la farmacia a comprarse crema para intentar arreglar aquellas quemaduras,
trago de ron con coca cola para el cuerpo y chorretón de crema en las piernas.
El resultado fue dos cubatas y medio litro de crema para las  quemaduras.
Tanto José Luis como mi buen amigo Pedro se habían comprado
botas nuevas para hacerse una escalada. El día anterior  los cuatro escaladores se hicieron una
excursión , yo no fui  porque era el
cocinero, bueno y porque a mí eso de andar por andurriales no me gusta mucho;
recuerdo que José Luis bajo con los pies destrozados, pero César y Pedro se
fueron a una tienda de deportes para unirse, previo pago, a una de las muchas
cordadas que salían para subir al Aneto; de allí salieron los dos intrépidos
escaladores con sus crampones, piolet, guantes gafas ultimo modelo (como no
podía ser de otra manera)  y las ganas de
tomarse con nosotros unos cubalibres en una de las plazas del pueblo. Al día
siguiente Pedro y Cesar se unieron a la cordada contratada para hacer su
excursión por aquellos montes nevados, nosotros les estábamos esperando en el
campamento hasta que vimos al empleado del ayuntamiento  y nos fuimos a dar una vuelta para no
entorpecerle su trabajo, porque considerados, fuimos muy considerados y no
íbamos a entorpecer a un  trabajador.
Pasado el rato volvimos para preparar la comida. Ya por la tarde tomándonos
unos cubatas en la plaza del día anterior, Pedro que había hecho la caminata
con pantalón corto y tenía las piernas rojas como un pimiento morrón, se acercó
a la farmacia a comprarse crema para intentar arreglar aquellas quemaduras,
trago de ron con coca cola para el cuerpo y chorretón de crema en las piernas.
El resultado fue dos cubatas y medio litro de crema para las  quemaduras.
Luci se metía todos los días en el rio por el que bajaba
incluso trozos de hielo, José Luis y Cesar se lavaban como los gatos pero Don
Pedro y este servidor el hielo lo queríamos para los cubata  y el agua para las pobres truchas,
Fueron unos días fantásticos, en el pantano sacamos alguna
trucha, y también tuvimos que recibir la visita de la Guardia Civil cuando
vinieron a pedirnos las licencias. Dos años más tarde volvimos desde Ruesta  a Benasque 
para pescar a la mañana siguiente con dos caracoles dos truchas. 
Esto se lo dedico a mi amiga Rosa,  a la que le debo un cocido, cocido que nos
comeremos. Este verano.
Salud y anarquía

 



